No pudo tocar el cielo sin que un umbral de oscuros contornos vertiginosamente quisiera atrapar su destino.
Deslumbrante hoguera que atenaza en una insaciable locura a quien osadamente contempla su seductor abismo y sucumbe al traicionero resplandor.
Y en su desazonado insomnio, sombra desbordada, aprendiz del éxtasis, el incansable buscador de utopías alarga su temblorosa mano sobre ese filo que exclaviza su afán y su esperanza.
Un beso negro, aliento de hiriente amor, posee su libertad en un claustro sin retorno. Y en sus ruinas acomoda su descanso languideciendo lentamente.
Caballero de vencidas batallas, amante de las altas torres que circundan vigilantes el sueño sin fronteras, envuelto en el último poder de la melancolía, se abandona en el cerco de su febríl ceguera, rasga con inseguro paso el final del trayecto, y solo el lecho del profundo lago ampara su agonía.
Una corona de helechos y juncos circunda como en un homenaje, el divino afán al que quiso entregarse, y rumorean en las noches del otoño el eco de aquel último aliento.
******
Despiadado recodo que enajenaste su pensamiento; justiciera la tempestad destruye la ilusoria esfinge que cruelmente señalaba aquel camino. Y hoy, un pantanoso páramo se extiende en su pradera.
La espesa bruma y un ácido aroma de muerte detiene a quien, desorientado, se acerca a sus dominios.
04.2011
La espesa bruma y un ácido aroma de muerte detiene a quien, desorientado, se acerca a sus dominios.
04.2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario