Todavía no se apagaron las brasas de tu destino y avivas la llama para quemar tu vida, y un equivocado suicidio te lleva en su tornado.
Cuando el dolor como una flecha en el vacío te desnude inevitablemente, y no puedas ver ciego de lágrimas ni siquiera la huella de tus pies en el páramo desierto, sabrás entonces qué extraña guerra impulsaba tu latido.
Aunque tu barca navegue al oscuro tunel de la muerte, renacerás siempre en cada primavera, y no temas cuando el viento del estío avente tus pétalos.
Descansa ya tu pensamiento agitado... y respira muy despacio cuando sueñes para que el confuso amor no te traspase con su incertidumbre.
Nadie podrá clavar un puñal en tu pecho si tu no empujas la mano que lo lleva... Devuelve compasión donde encuentres odio, pero luego olvida. Aunque perdones a tu enemigo debes decirle adios para siempre.
Apura tu pesar en esta noche compañera, y sigue andando en el desconocido sendero. Tu eres el caminante y no la imágen que vas dejando en la orilla del arroyo. No te pertenece la huella que gravas en el suelo y que como fugaz latido, te responde con un eco susurrante.
Pero si podrás sentir en tu pecho la ternura por aquella mirada de niño que aún puedes ver en el espejo, y sabrás amar tambien al gastado anciano que como una sombra camina siempre junto a tí, en paciente silencio.
Cuando mires unos ojos tristes , una sonrisa perdida, un ceniciento rostro sin oriente , piensa que también tu estás en esa encrucijada arañando el laberinto... Encontrarás la sabiduría de la comprensión en tu pecho y nunca serás un enemigo. Solamente así, libre de amarras extranjeras y gastados trajes, entenderás donde está la senda y donde el precipicio.
1996
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