martes, 26 de julio de 2011

EN LA NOCHE

           Reina de las noches insomnes, me has abrazado con tu mudo reflejo, y te deslizas lentamente en mi secreta agonía; con tu rumor cansado recitas viejas estrofas que recibo como un remanso en mi soledad.
           Negro  es  tu  pelo, pálido tu rostro,  afilada  tu esbeltez como la estela del candil. Tu fugaz sonrisa me llena de inquietud porque evoca el umbral de la locura y su fuego impaciente.

         Perezosas siluetas  se  acomodan en la antesala. Un  sibilante silencio me aturde y desdobla la rutina, tenaz y entrecortado, y como amante celoso y altivo encarcela la libertad.
         Un húmedo sopor destila en mi piel su engañosa ternura, y el plácido rostro aquel que amablemente acompañaba el trayecto de mis días, se desvanece sin que mis manos puedan acariciarle un breve instante.

         Las horas se alargan ancladas en la agonía, y sedientas de sí mismas y de su  acerada tortura, rasgan la calidez del cansancio que furtivamente me rodea al amanecer.
          Se distancia el acomodo del llanto, busco en vano la evocación en un lienzo vacío; serpentea en la memoria un canon de recuerdos inutilmente afanosos por recobrar la dorada travesía.  Solo son fragmentos, livianos y efímeros que afilan su demanda y ruedan en yermos prados.

         Mi  vida está varada en el abandonado puerto.  El mar en calma mece la única nave que, en su letargo, todavía aguarda un nuevo destino...

04.2011


No hay comentarios:

Publicar un comentario