Ayer su mensaje parecía guíar mis pasos, hoy tan solo su ausencia me acompaña, evasiva huella de un recuerdo... No puedo coger su cálida mano y el desamparo me perfila.
Se apaga lentamente el claroscuro de la vida. Y ya, tan solo espero poder dormir en los brazos del destino, en esa frontera que se extiende a mi alrededor como en un juego de antiguos rituales.

Amante muerte, compañera de mis días, te entregué mi dolor y mi alegría; desde tu atalaya me miras sin que pueda descubrirte. En tu estela guardas la historia que me pertenece... Ni siquiera alargas tu mano para llevarme por un momento allá donde mis ojos contemplen su imágen y pueda abrazarme al lienzo de aquel ayer.
Mi sueño recorre a veces en vano calles desiertas, donde suenan los pasos de las despedidas. La vida me amarra a sus raíces en su maternal querencia y soberana de sí misma, acaricia la penumbra y su rigor me contiene.
¿Desde qué inalcanzable lejanía me llega tu voz? Quizás solo era el rumor del viento entre los álamos ... El tiempo embalsama la memoria y un ligero tul se extiende a mi lado donde otras secuencias se manifiestan, y como en un lujoso desfile, recrean nuevas travesías.
Sentada en la orilla, una mujer contempla el agua que avanza reflejando en sus ondas la quietud de su mirada.
05.2011
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