Conmovida contemplé las estrellas
entregando mi vida a una plegaria,
pero los cielos no negocian nuestro destino.
Una vez más vuelvo a la orillas del presagio
donde su extraño lenguaje me confunde.
Altivo el pensamiento se afana en su cortante filo
pero el corazón no puede ser seducido,
y nadando entre las turbias aguas
abre sus ojos para contemplar el día.
Tamizada la luz en el tortuoso torrente
esconde impasible la voz del secreto.
Volverá sublime a mostrarme su insisgnia
sin que tiemble su cetro sobrerano
pronunciando mi nombre por última vez.
11.2000
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