jueves, 25 de agosto de 2011

No dejaste...



No dejaste que mi vida se hundiera en tu regazo,
se llenó ante mi temblor de airadas rejas invisibles,
y acaricié tu miedo y la entrecortada huída entu rostro,
y acaricié el cálido afán de tus manos en la despedida.
Tan sólo en el latir de un instante fugaz
fuiste insondable surco en mi pecho enamorado,
y mi sueño...
tímidamente secuestraba tu cuerpo en la noche.
Ahora,
cuando ya el olvido ha trazado sus barreras
y la tibieza del recuerdo se aleja de los días,
puedo entender que aquel amor en su agonía
con su espada de luz sin oriente,
iba segando el acerado esplendor
donde se abrasaba y se consumía.

Y trazando cercos en el andén de su locura
se entregó al destino
para no sentir su frágil presencia.

...Y cómo el adiós de tu mirada,
prisionera del bálsamo de los besos desvaídos,
franqueaba el paso a la naciente primavera
para que yo,
pudiera recobrar el camino
de mi eterna travesía hacia los mares.


1990


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