La juventud se ha desvanecido como un beso furtivo en el oscuro perfil del tiempo, pero todavía el corazón como errante peregrino desea apurar su incansable viaje.
Los sueños no mueren y en su incansable prado una y otra vez reclaman la primavera para florecer en sus orillas, y aunque la nieve rezagada deshoje los primeros brotes, la exaltada estación abre su amante regazo tallado de promesas, palideciendo de emoción como una joven novia, mientras, el transparente rumor del agua repite su ondulante estrofa.
Quizás deba ya dormitar el incansable viajero de la rutina de su predestinado trayecto, dejando que el viento y la lluvia ignorantes de su deseo tracen el cambiante surco en el camino.
El eco de tu voz, mi viejo amigo, me llega desde los ramales, y el delirante empeño se asoma a su espejismo para secuestrarme. Largo y extraño fué el adiós apenas susurrado en el atardecer de aquel otoño , como sombras deslizándose atrapadas por la espesa bruma...
La promesa no pronunciada y un nostálgico rubor de esperanzas intenta empujar mis pasos en el huérfano sendero; pero como el viajero que ya cansado se deja vencer por el sueño, quisiera yo también, al abrigo del frio, en cualquier lugar desconocido, cerrar los ojos y apaciguar el inquieto latido, que con insistencia quiere llegar hasta tu puerta.
1999
1999
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