Las palabras se quiebran,
el llanto cansado enmudece.
Una suave brisa enlentece el navío en el ocaso
y tan solo el eco de una olvidada melodía
se escucha entre reflejos de la luna
en el vaivén del agua...
Suelta ya marinero tus amarras,
despliega tu vela al viento
y deja que el timón te lleve en el azar de tu destino.
Cuando mires a lo lejos recortado en la niebla
el puerto donde quisiste amar,
dondel el día lluvioso
baña sus esquinas como bálsamo dormido,
quizás creas ver una pálida mano
diciéndote adiós...
Pero tan solo estarás mirando
el sueño de un mañana
en otra isla.
1997
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