Inspirado en lo que un niño de siete años
me dijo en una historia inventada por él en uno de sus juegos:
Era sobre un hombre, perdido primero en la selva,
después extraviado en una cueva buscando la salida.
Al final dijo el niño:
"Se ha roto el espejo en mil pedazos
y ya nunca podrá encontrar la realidad" .
...Abría una puerta y detrás de la penumbra un espejo reflejaba otra estancia. Otros seres, siluetas desacostumbradas, noches de ceniciento temblor; la fiebre desbordaba sus pensamientos en un incesante chapoteo sobre un estéril páramo envuelto en grísacea bruma.
Hubiera querido ser dueño de su destino, pero se encadenó a engañosas utopías y no pudo romper las cadenas. Se ensalzaba su sueño en un afilado halo de embriaguez , y cabizbajo, maldecía las piedras del agreste camino embozado en la rigidez que intentaba seducirle.
Tras de otra puerta del corredor de su delirio, contempló en otro empañado y viejo espejo, su propia silueta protegiendo con avaricia un poderoso cetro en su regazo, sobre los hombros, el regio manto decorado de ambiciones, raído y deslucido... Alargó su mano para tocar esa silueta ambivalente y quemaba su piel con el ácido amargor de la derrota.
Y así en la delirante búsqueda de su alma avanzó por ese lugar insaciable mientras la inquietud se desbordaba como sudor helado sobre su rostro. Brillaba una tenue luz macilenta entre las ranuras de cada una de aquellas puertas donde una inscripción apenas se hacía visible para sus enrojecidos ojos.
En cada una de las estancias, un espejo insolente reflejaba los diferentes aspectos de su existencia, lienzos algunas veces festivos , pero siempre mensajeros de una sinuosa farsa en un errático mundo.
El ya sabía qué significaban estos estados, pero altivo y desdeñoso trataba de negar ese escenario; negaba con obsesivo ahinco la censura de su mente; enajenaba la mensajera evidencia ... con una triste y deforme mueca en la sonrisa.
Allá confluía cada mentira de sí mismo mostrando con altanero orgullo y demoníaco placer a su alrededor, despreciando la alarma de su más íntima esencia. No puede vestirse el verdugo de generoso perdón, ni el despiadado de amable generosidad . Nadie puede fingir amor sin que el puñal del odio se extienda en la dureza de su mano . Olvidó que los ojos delataban siempre la evasiva ausencia de su mirada. Una degradante autocompasión impulsaba reyertas de agónica fuerza.
Tras de una nueva puerta, contempló su más amarga verdad... ¡Pobre desgraciado!, se había entregado con sumisa pleitesía a la ruina de su máscara, y ahora, desnutrida la tez, no puede recobrar ni siquera el bálsamo de una lágrima. Espeso, el llanto quebrado resbala en sus mejillas como hirientes garras que lacerantes perturban la necesidad del descanso.
Queda un recuerdo perdido en el cauce de su memoria llamándole con dulce voz en un último y vano intento de redimirle, pero desprecia una vez más con furia aquella templanza.
La muerte solo es amable compañera de la vida cuando el amor renace en su desnudez a pesar de la decadencia, y cobija en su cálido refugio al que se entrega sin que la desconfiada reserva le confunda. Pero él, envanecido en su prepotente orgullo levanta alambradas a su alrededor desafiante en su coraza de vanidades... aunque el dolor le atenace y desgarre sus entrañas.
Al final, desesperado, se lanza furioso rompiendo el último espejo, el único que devolvía fielmente su verdadera imágen, quedando prisionero en cada uno de sus afilados fragmentos, y un grito imposible se apagó para siempre en su garganta.
02.2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario