No supiste de aquellas lágrimas solitarias y la encendida emoción que me sobrecogía en cada momento en que me mirabas... Ni el velo de niebla que cubría mi rostro porque el destino ponía rejas alrededor de mi cuerpo.
Y aunque cruzase amplios valles velozmente y navegase día y noche por mares sin retorno, nunca llegaría a alcanzarte, porque tú caminabas donde otros horizontes acunaban el sol de la tarde.
Pero si de mis palabras permanece un eco lejano entre las ramas de los árboles, cuando la templada noche bañe en su tibieza el sueño de los hombres, quizás logres entender su extraño idioma. Una suave brisa como amante mano acariciará fugazmente tu frente, desvaneciéndose luego, para siempre...
Nuestros días se encontraron en un recóndito laberinto, pero tus ojos estaban cerrados. Yo viví el misterio y en la fuente de su quimera he apagado mi sed; toqué con mis dedos los hilos de su letargo y sonó, palpitante, la melodía. Cuando el silencio y su espacio de atenuada luz te acompañe, podrás escucharla.
Un nuevo despertar envolverá el presagio que sonámbulo vaga en las esquinas del destino, y se asomará mi rostro a tu sueño, como un lejano relámpago, para que en tu memoria permanezca solamente su silueta y un oculto mensaje que quizás, algún día, te envuelva en otro sueño.
1966

1966
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