Mil momentos te han nacido,
te han muerto otros mil instantes,
amigo de las espigas,
compañero de las aves.
Tristemente te amaneces
en tus palabras de sangre,
tristemente te despides
ermitaño entre los sauces.
Dejas tu huella indeleble
entre los sueños del aire,
que ayer abrazó tu tierra
y hoy se duele en su estandarte.
No te dormirá el olvido,
no te cubrirán rosales
con perfumes de nostalgias
y lágrimas de la tarde.
Y atravesando las brumas
en los desiertos paisajes,
como viento de semillas
retornará tu mensaje.
1994
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