domingo, 11 de marzo de 2012

Luz de primavera (Desde la ventana nº5)




              De mi madre aprendí que el vivir hace vida,
              de mi padre aprendí el honor de la supervivencia.  
              Sombras y luces se entrecruzaban en ambos,
              la madre, luz del día que ocultaba noches de luna,
              el padre, bruma nocturna esperando el amanecer.

       Ambos me trazaron divergentes fuerzas que pude utilizar para tallar a golpe de cincel en la esfinge de mi figura.

       Y sigo  con  ese cincel, tallando  todavía , sin pensar que a veces estoy horadando aún más las muescas , como heridas mal perfiladas.

      Destrozaré  la piedra con ahinco hasta llegar a su enigma, aunque piense que sólo  encontraré más piedra que tallar.

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      Vuelve otra primavera y me sosprende con el rostro velado, ocultándome entre aristas, porque emparedé la puerta de salida.   Un estrecho ventanal en lo alto de la desnuda pared deja asomar la luz del sol y se filtran los aromas de las avenidas florecientes. Suena alegre el canto del ruiseñor... y el campanil de la torre en la lejana ermita.

     En el camastro , una  vieja  manta  donde  me refugio, acurrucada, como un feto que nunca pudo nacer íntegramente. Cierro los ojos y oculto  con las frías manos mi rostro, huidiza y resignada. ¿Cuánto tiempo conviví con esa penumbra ?

       Mi ser es un pozo que  me cobija, húmedo, cálido, degradado en la perenne nostalgia, en el desdén de sueños incumplidos, en la sequía de amores distanciados;  fundido el puño con los barrotes de la ira ciega  con el grito apagado en la garganta.

        Pero desde el pequeño ventanal un halo ilumina un hueco en la pared cubierto por una cortina espesa y oscura como telón de lo prohibido. Tras de él,  la puerta , ligera, limpia, entreabierta... y el aire fresco entrando desde su estrecha rendija.

        Lo desconocido aterra y atrae, mi voluntad se entrega ansiosa y debo cruzar el umbral, aunque sea hacia una gruta desafortunada.

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      ----   Se le vió , descalza, apenas vestida, con el cabello enmarañado blanqueado por los años, danzar en el bello paraje , entre acacias , fresnos, álamos, tilos y sauces...  Cantando una disonante melodía  pero hermosa como el llanto que rompe en el niño que acaba de nacer.   -----

                       Su huella sobre el verde suelo,
                       todavía no se ha borrado...


                                    03.2012.
    

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