domingo, 25 de marzo de 2012

Bajo una llama fría...

        Bajo  una  llama  fria  ella sonreía sin apenas cerciorarse de su creciente melancolía, turbia como la opacidad que casi huele en el abandono de las estrechas calles , donde  deambulaba en su voluntario exilio.

         Acaso era la última posibilidad de que el amor le sobreviviera, vergel efímero pintado entre el musgo de aquellos muros ruinosos, donde estuvo la morada de un ayer de fingido bienestar,  tejiendo esperanzas con atávica y heredada rutina.

        Le  observaban  de  soslayo  los  evasivos  ojos de  gente cabizbaja que rápidamente cruzaba por las umbrías y angostas avenidas . Nadie acertaba a detenerse un instante para contemplar la ternura de sus ojos tras el telón de grisáceas ojeras, ni la casi apagada voz de su cantinela , con aquella canción de cuna tan conocida...

           Abstraída de  sí misma,  de  su historia, de su precariedad ;  del frío que azulaba sus labios, de la lluvia continua, casi nieve , que empapaba la sucia manta que cubría su cabeza y sus hombros, como aristocrática capa donde aún brillaba un rastro de su primitiva tonalidad , tornasolada en cárdenos reflejos. De aquel amasijo de trapos que acunaba entre sus brazos protegiéndolo en su enjuto pecho.

          Y  ella miraba, embelesada , aquel bulto informe, donde cuidaba gestualmente una vez más el dormir de un pequeño niño, protegido de la aridez del entorno, ajeno a su degradado alrededor, ajeno a su errática presencia yerta, como reliquia rescatada de entre los escombros.

           Luego... una narración inconclusa, un cuento que nunca acababa; caleidoscopio de mil caminos, posibilidad de  un acogedor destino . Porque ella, en su reiterada letania de amables duendes y hadas , caía adormecida en el cuenco de su  sueño  ... despiadado, hambriento,  y al mismo tiempo, luminoso y amistosamente tutelado.

          La sombra de un dios puede ser cruel cuando no alcanza la miseria, porque no puede perfilarse con distinción en los oscuros callejones desahuciados de luz de luna y luminaria de tímidas y agónicas farolas...  A unos pocos pasos, el puente de  un antiguo arroyo que apenas ronronea sobre las piedras con su turbiedad , sin vida en sus entrañas.  Un fronterizo lienzo donde el dolor emborronó los coloristas trazos del pincel.

           Sin  embargo, esa madre ya envejecida brilla en su sucia estela como un arco iris que jamás se extingue . Y en su desgastada y ronca garganta, la música recobra su pureza infantil , su canon de emociones , el sutil armónico que todavía reverbera en el  enmohecido y viejo instrumento que yace a sus espaldas.

         Mientras las horas anhelan que su aliento se desvanezca,   sigue cantando :

                  Duerme niño, duerme...
                  Duerme en tu muerte , duerme...


                  03.2012

             

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