lunes, 30 de abril de 2012

LA HUELLA DEL MINOTAURO (relato breve)

Obra de  Santiago Caruso


Sitiado en la trinchera de su alma, vierte en sus labios una gota de veneno, solo una gota... como antídoto a la ponzoña que araña sus sentimientos.

Encogido aún más abruptamente en la deforme  percepción de sus pensamientos y  que ahora escupe con su mirada en los rostros de aquellos que se cruzan en su camino.

Ama el odio que anida en su interior, con ahinco, con violencia, ese odio es lo que más se aproxima a una herida que cruza su pecho, desde el primer aliento de su vida.

Hubo un tiempo en que creyó tener alas de luz, y sobre un dorado púlpito, rodeado de feligreses, desgranaba con ebrio júbilo palabras y palabras,  de grandezas, alabanzas y promesas; pero tan sólo eran un envoltorio donde sentencias lastradas minaban la fuente de su boca, enturbiaban el agua que salia con limpieza y se extendía encenegada y tóxica en su ambición de dominio, ocultando un orgullo de satánico poder. 
                                   
 *******

Había pasado furtivamente por su vida un acontecimiento fortuito, aparentemente con sigilo , y sin embargo, en su simplicidad llevaba un mensaje, grabado a fuego, apenas perceptible.

Ella apareció en aquel otoño, después de diez largos años, sigilosamente , en aquel barrio humilde , habitualmente soleado y sonorizado por el griterío de multitud de niños en sus juegos.

Esos niños y niñas que corrían hacia él  casi con devoción, y a quienes contaba graciosas historias, para las cuales tenía una habilidad reseñable, haciendo que esos inocentes ojos asombrados le atendiesen sin pestañear.

Al verla, sintió una aguda punzada en su corazón . Aquella mujer, antaño hermosa joven, hoy se veía minada por la enfermedad; el lacio cabello caía sin gracia rozando sus hombros, opaco , terroso... Los ojos entornados en el insaciable esfuerzo de cumplir con su frágil existencia, surcados por grises ojeras que hacían de su mirada una penumbra de agotadas lágrimas en su agonía . La tez , descolorida, casi marmórea   ... Se sobrecogió ante esta presencia y una íntima y desazonada convulsión  casi le traicionaba al observar cuando,  lentamente, iba acercándose  en su silla de ruedas.

Junto él sus manos, como acostumbraba , como en una plegaria, cumpliendo gestualmente el ademán que requerían sus sotanas de sacerdocio.

Atávico, aquel saludo rechinaba casi como una blasfemia : -- " Cuánto tiempo sin verte, Laura..." -- mientras cogia su fría mano en un saludo .  --" Si, diez años" --  contestó ella sin modificar la estática gravedad de su expresión.  Siguió una pausa donde el silencio parecía narrar esa década , al mismo tiempo que la relegaba a un extraño ritual de recuerdos recitados .

Las preguntas se agolpaban como espinas en la mente de Gabriel, evitando el deseo de pronunciarlas , torpe evasiva que enrejaba el encuentro.

Ella saco de su bolsillo con lentitud hiriente aunque serena , sin mediar palabra alguna , una fotografía que inmediatamente entregó  al antiguo amigo,  mirando fijamente su rostro  apenas transformado por los años en su frescura , solo un cerco blanco sobre sus sienes .

Mantuvo él la fotografia en sus manos , casi absorto, sin pensar nada .  Era una niña, de cuatro años, de rubios y rizados cabellos y ojos  oscuros, y una amplia sonrisa ... sin embargo, por un momento , esos rasgos familiares sugerían ... Pero una defensa acostumbrada reprimía aquello que sosprendía su atención .  Hizo una mueca que significaba una pregunta, ¿y esto ?- pensó.  Laura, con cansada voz, desprovista de emoción, contestó  --" Mi hija, Marta , muerta a los pocos días de esa fotografía. " -- Nada más.

Un profunda mudez los envolvía  mientras sonaba el murmullo de la calle , como si  mutitud de anales se desvelasen en esos breves e interminables minutos. 

Laura continuó hablando con acusada monotonia , casi irreal .  --"  Debes saberlo, es tu hija. Hace cinco años, iba conduciendo yo el automóvil , la desesperación nublaba mis sentidos ,  fué un accidente, un desgraciado accidente...La niña murió, y a mí , ya ves ." --

Sintió él cómo  un infierno se abría bajo sus pies; casi inmóvil miró aquella fotografía  mientras las lágrimas aparecían en sus ojos . Movía inconscientemente su cabeza en una negación; o tal vez evadiendo lo que su memoria evocaba.

--" No sabía. ¡ No ! , no me dijiste nada... "  --- repitió varias veces con aprendida justificación.

Con las pocas fuerzas que todavía le quedaban  la mujer , contestó , casi airada, aunque  prontamente remansada en una oscilante amargura.

--" ¡Te lo dije! , pero no quisiste creerme, ¿ recuerdas ? , no querías tomar una decisión, elegir entre tu vocación y yo. ¡ tu vocacion! -- ironizó brevemente  -- que falsas sonaban tus palabras, tanta elocuencia , tanta exuberancia...  Y yo insistí, y casi con burla  me dijiste , ¡ dímelo , en confesión, y te creeré !  .  Fuiste muy cruel, y entonces negué mi verdad, mi embarazo , alejándome de este lugar para intentar olvidarte."  --  tras de una pausa para alentar siguió  -- " Me siento culpable de la muerte de nuestra hija, una culpa que me destroza desde entonces, pero no quiero  esta culpa solo para mí , he de compartirla contigo, por que no eres menos culpable que yo." --

Gabriel sintió la vergüenza oprimiendo su garganta como si una soga le atenazase ;  aquella revelación iba destruyendo su tranquila y fingida vida en un instante .

Cabizbajo , hizo ademán de devolverle aquella fotografía, pero ella la rechazó bruscamente, sacando un sobre con otros retratos más , mientras le decía : -- " Yo moriré en poco tiempo, mi vida tiene su final muy  cerca.  Guarda tú esos recuerdos , es tu hija. Tambien tienes anotado ahí el lugar donde esta su tumba. "  ---

Y apresuradamente giró su silla alejándose, sin un adiós .  El dubitó unos momentos el impulso de seguirla, pero ella , sin volver la cabeza, alzó la voz diciendo " --" ¡Déjame marchar!  " --.

Gabriel, rápidamente se refugió en su parroquia , donde cerrando las puertas de su despacho, cayó en un llanto convulsivo.

*******

Poco tiempo después, recibía la noticia de la muerte de Laura. Había abandonado ya el sacerdocio, dios se había exiliado de su destino, desvaneciéndose, como si nunca hubiera sido nada más que una excusa , un asidero donde apoyar sus falsos sentimientos.

Casi sin equipaje, sin notificar su decisión a nadie , como un desertor, subió a  un viejo tren, el primero que llegaba a la estación , sin constatar  hacia dónde se dirigía, y en el próximo andén , cogería otro tren ... Que importaba ya donde detendría su viaje , ni cómo sobreviviría ...   Mientras el paisaje se desvanecía tras las sucias ventanas , él solo miraba una y otra vez aquellas fotografías de Marta, su hija.

*******

La culpa crea andamiajes que se convierten en una prisión donde un alma se traga a si misma sin piedad, ansiosa de expiar su crimen, pero se retroalimenta esa culpa en  el odio que emerge desde las raíces de   una vanidad que cercenó  el  amor en su ceguera.



30.04.2012



            

No hay comentarios:

Publicar un comentario