martes, 10 de abril de 2012

DEJA VÚ

Aquel anciano enjuto,  ensimismado hasta  en su dormitar , guardaba con diligencia y con huraño tesón algo dentro de un libro que nunca leía, lo llevaba día tras día en el paseo, en su mano, porque su portada era como un blasón de su vida, un antiguo Quijote pintado entre ocres y azules , delgado como una pluma, mirando al infinito como un halcón dispuesto a emprender el vuelo, con su lanza enhiesta y el orgullo alzado.

A veces, abría el libro, siempre en la misma página, la número 88 ; pero nunca leía ni siquiera una línea, solamente contemplaba largo rato ese número, impreso abajo, en el centro.

¿Qué era lo que celosamente, casi con avaricia guardaba dentro de aquel antiguo libro cuidado con sumo esmero ?  Un compañero suyo en el parque estuvo durante días observándole con mirada de detective, fingiendo leer la prensa, mientras , distraído, el anciano llamado Adrián , se embelesaba con aquéllo... Una fotografía antigua, donde se adivinaba el largo y rubio cabello de una mujer . Inmediatamente al darse cuenta de que estaba siendo escudriñado , se alejaba rápidamente , y un día, ya no volvió a sentarse al lado del otro caminante.

La primavera de Mayo se expresaba en mil colores en el cesped, radiante en su luz...  Esa tarde, mientras Adrián  casi se adormecía con su fotografía entre las manos creyéndose amparado por la soledad de aquel lunes , se acercó una niña de oscuros ojos y negro pelo, de unos siete años, y acercó su carita y su mirada hasta contemplar con interés y curiosidad aquel retrato.

Broncamente sosprendido, el anciano hizo ademán de alejarla,  pero la chiquilla apenas se inmutaba, y señalando el libro ya cerrado con el tesoro oculto, preguntó con su abierta ingenuidad: " ¿ Quién es esa mujer... ?  Parece la princesa de un cuento que tiene mi abuela en su casa " .

" Es una larga historia " contesto aquel hombre con el rostro como ausente   "... que no puedo contarte "  añadió.   Y se quedó cabizbajo, apoyado en su bastón de puño de plata , recorriendo los espacios de su mente a la vez que el cansancio daba saltos extaños en su memoria desorganizando los recuerdos.

Una voz pronunció el nombre de la niña, y ésta, dando media vuelta corrió hacia su madre, y se alejaron del parque .

Miró Adrián el reloj de bolsillo, un reloj que llevaba parado unos cuantos años , en las doce en punto, pero que le servía para acomodar su antojo. Y volvió caminando lentamente con fatigado paso hasta su cercano hogar, donde vívia en una silenciosa soledad , solo interrumpida por la mujer que algunas horas atendía a las tareas domésticas de la casa.

Aquel día sintió el peso de la edad con mas insistencia que otras veces, cuando se empeñaba en erguirse en un vanidoso gesto de juventud y galanía; aquel momento desistió de intentarlo. 

Rescató  aquella estampa y le habló , con voz apagada, mientras el temblor de su mano la movía espasmódicamente.

" Ya es tu momento. Hoy quiero que vengas a mi lado, precisamente hoy ... ¿ qué día es ?  --  miró con sus lentes el calendario de la mesita --   7 de Mayo, ah! , pero, qué importa, hoy sí quiero llamarte. "  7 de Mayo, una señalada fecha en su vida.

Contemplando un rincón de la estancia, donde una mecedora de mimbre parecía moverse en un acompasdo vaivén , dijo con la sonrisa en su rostro, luminosa, aquella que había desertado tiempo atrás de sus labios:

"  Muerte, mi amada muerte . Cuántas veces te llamé pero  tú no me respondías .  Hoy estoy preparado para que me lleves a tu desconocida quietud.  Cuántas veces me hice el loco a tu lado, te seduje y luego te abandoné; me acerque a tu bella efigie para desafiarte;  te aparté de mi lado cuando te acercabas en la sinrazón de mis locuras , de mis juegos de ruleta rusa... De mis sondeos en el peligro, mi amigo y cómplice , ebrio de su miscelánea.  Hoy, quiero coger tu mano, tu amorosa mano, por primera vez con el deseo , con el ruego de un noviazgo inacabable"

Respiró hondamente con su precariedad y tras de sentir entre lágrimas esa silueta que abandonando la mecedora se acercaba a su lado, cerró sus ojos apoyando la cabeza en el respaldo del sillón. Su aliento se fué apagando  suavemente , y el corazón dejó de latir.

Sus manos quedaron aferradas con fuerza a esa fotografía , donde resaltaba una enigmática mujer de cabellos dorados, de transparente mirada perdida en un punto de niebla, lejano ...  Con una leyenda escrita bajo la imágen :  " Ella, mi único amor ".

Adrián acababa de cumplir ese mismo día la edad de 88 años , que nadie sabía, por que nunca lo quiso confesar.

Doce años más tarde :

Aquella niña del parque , ya convertida en mujer,  recibió un día un regalo de sus amigos, un libro antiguo, a los que era tan aficionada y presumia de una pequeña colección.

Y observando la portada de aquel libro, se quedó pensativa con sus recuerdos como flases indefinidos . Abrió la obra al azar, y allá, en la página 88 , estaba aquella fotografía. Pensó en voz alta "  Parece una princesa de cuento " 

Y con un extraño eco en su evocación añadió :  " Vaya, creo que acabo de sentir un deja vú "


04. 2012


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