Yo me quedaré en tu muerte,
para que tú,
mi eterno amigo,
puedas caminar por las estepas de tu ensueño.
Yo aguardaré en silencio
que el vaivén de mi sombra
extienda su rumor en el aire,
para que tú,
inquieto compañero,
despliegues tus alas de ilusiones
con mi amor en tu regazo.
Y cuando el viento del otoño
recoja mi pensamiento
en la luz atardecida,
y recuerdes mi rostro apresado en la niebla...
No pronuncies mi nombre
porque el arroyo de mis días
se habrá desvanecido para siempre
tras de tus pasos.
Allá donde la lluvia vaya borrando tus huellas,
y un nuevo sol deslumbre tus ojos.
1986
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