martes, 12 de junio de 2012

OIHANE , ELLA...

Un día encontré
en la ribera de un río,
un arbusto solitario
reflejándose en sus aguas.

La corriente ondulaba
tristezas y recuerdos,
reflejaba los rostros
que se desvanecían en ella.

O tal vez, sus reflejos trenzaban
como una sencilla magia
otro tiempo, otro canon;
una mirada en la otra orilla...

Allá estaba ella, como una diosa,
caminando entre los tréboles,
entre acacias y fresnos,
como flotando en una danza.

Saludando con su sonrisa
con un gesto de su mano;
con su caricia al follaje
y a la vida que le contenía.

El rumor del viento alrededor
repetía una estrofa diferente,
mientras una mariposa blanca
se posaba en su cabello.

 Aquel arbusto solitario,
casi seco entre tinieblas,
dejo que bañase el arroyo
el mutismo de sus raíces .

Y despertó en un rosal silvestre
lleno de nacientes brotes,
porque renovado quiso florecer
bajo aquella inocente mirada.

...Ella, cruzando el puente,
aquel antiguo puente de piedra,
guardián de mil secretos
se acercó con una bienvenida.

Y acariciando esos pétalos 
se sentó a su lado observando absorta
el ondear del agua entre los juncos,
caudal de un tiempo amaneciente.

El atardecer doraba
aquel instante , generoso,
testigo de una nueva travesía
promesa de renovado porvenir. 

El canto de los ruiseñores
se adueñaba del silencio,
donde las palabras, suavemente,
remansaban su cadencia.

(Gracias por existir, mi niña)

         Virginia F.A.     
    12.06.2012

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