Ya crucé los abismos y sus negras oquedades,
navegué océanos bajo la tempestad
naufragando a lomos de un tronco
varando en una lejana isla.
Con un hatillo al hombro vacío de pertenencias,
avancé por los caminos,
en el día y en la noche,
por prados y montañas,
valles y riberas...
Con el manto de la nieve,
el esplendor de la primavera.
Y cuando el sol fulgente del estío
desmayaba mi voluntad,
la sombra de un árbol me cobijaba
hasta que amarilleaban sus hojas.
Cruzando aldeas y cabañas
donde un plato caliente
y una sonrisa me fueron entregadas ,
al calor de su lumbre.
Con la melancolía en su mudez unas veces,
otras con una ligera lágrima
secándose
al bajar por mi mejilla, dando paso
a una sonrisa callada
bajo las estrellas.
Calmé mi sed en los manantiales
y en ellos tambien refresqué mi frente.
El agua de la lluvia suave
donaba su frescura,
y en el aguacero, un refugio entre rocas
amablemente me protegía.
Curtidos los pies que avanzaban
en su rítmica cadencia;
centrado el pensamiento
en el vaivén de un nirvana
donde el alma se disolvía.
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Hoy acampo en el obsequio de un vergel
donde la brisa templada acaricia mi rostro,
y su beso hiende su triunfo
a mi lado desde el poniente,
con su saludo de buenas nuevas,
con el olor de aquellos abrazos...
Cierro los ojos y en mi capa descanso.
Tiendo mi cuerpo sobre la blanda tierra
que cálidamente dibuja mi silueta
mientras atardece.
Y entre en la espesura del bosque se filtra
la rosada luz y su mensaje.
A mi lado, un pequeño reflejo,
un candil que la luna otorga
temprana sobre la hierva.
Y el amable dormitar
lentamente
extiende su mansedumbre.
El buho, vigilante,
entorna también sus párpados.
05.2012
bellisimo
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