Ungida por el cierzo,
adiestrada en la noche,
de la melancolía,
sentada en el silencio
del ultimo peldaño
contemplando su herida...
La sangre ya no brota,
ensaya su nirvana,
como gentil novicia.
Bajo un tul de inocencia,
en un éxtasis de muerte,
modera su agonía.
Rompe la luz sus ojos,
y apenas en la bruma
visiona su partida.
El hechicero aguarda,
licor y sable en su mano,
fingiendo una sonrisa.
Se consumen las brasas
de una hoguera humeante
que ardiente se erguía...
ayer, como un emblema
de poderosa llama
insolente y festiva.
Pero simiescas sombras
en la matriz de un sueño
lentamente le aíslan.
Se desvanece el tiempo,
envuelto en su fugaz
y errante letanía.
Y en la antesala brota
como cauce sin rumbo
que raudo se desliza,
desde la cumbre al valle
desde el llano al océano,
... desde el agua a la brisa,
un esforzado aliento
casi ajeno a sí mismo,
en el umbral del día.
El dolor embriagado
bebe su amarga savia,
poco a poco, entre ruinas.
...Es sólo el hechicero,
vagabundo insaciable
de su melancolía.
Su mirada contiene
el pozo que contempla
un abismo que habita.
Y reclama insolente,
amante de quimeras,
la antorcha que le guía.
01.2012
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