martes, 24 de enero de 2012

Se cubrió de oscuridad...

Se cubrió de oscuridad,
nadie la reconocía...

Escondió su rostro,
nadie podía verla...

Su piel ardía de frío y de inconfensable anhelo
en el filo extraviado de su luz apagada.

La lluvia,
interminable y templada
limpió compasivamente sus heridas.

Lentamente caminó hacia su tierra nodriza,
y allá recobró
la pureza de su alma.
 
El silencio de la nieve le ofreció su mano,
con un manto de sopor en su convite.

El largo tiempo del exilio
se hizo cada vez más amable,
anestesiando en su blanca cadencia
el perfil doliente 
que tatutaba sangrante sus entrañas.

Y recordó.
...Un instante de plenitud,
un breve instante entregándose sin furia
a los enigmáticos ojos
del destino.

Y extendiendo sus brazos 
como si pudiera tocar el horizonte,
comprendió el por qué
de su insaciable naufragio.

La noche  acarició sus cabellos
consumando lentamente
su amor de muerte. 

Los días pasaron ajenos
como olvidadiza compañia,
con su ritual cadencia,
en los glaciares.

01.2012




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